Hace unos días - el pasado 12 de noviembre para ser precisa - tuve oportunidad de escuchar al autor estadounidense de origen dominicano Junot Díaz, quien se presentó en el marco del Miami Book Fair International 2012 (Feria Internacional del Libro de Miami).
Desde pequeño Junot fue un gran lector. Obtuvo la Licenciatura (BA) en Inglés de la Universidad de Rutgers y la Maestría en Letras (Masters of Fine Arts) en Cornell. En la actualidad, además de escritor, es ]profesor de Escritura Creativa en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y editor de ficción de la Boston Review.
Durante la velada Díaz
compartió fragmentos de dos de sus obras más conocidas, The brief
wondrous life of Oscar Wao (La maravillosa vida de Oscar Wao - Premio Pulitzer, 2008 ) y This is how you lose her (Así es como la pierdes- finalista del National Book Award premio nacional de la
literatura de Estados Unidos 2012). Haciendo
gala de su sentido del humor, el autor confesó: Olvidé mi
libro así que voy a leer de este palm. Salvó la
situación una joven que surgió de la nada y le facilitó su copia, lo cual lo
conmovió profundamente.
La exposición de Junot, al igual que su obra, fue en
inglés, salpicada de frases y expresiones en español, su lengua natal. Hace
esto en la escritura como una técnica para reflejar una realidad, para recordar a la gente que está leyendo
sobre el mundo real. Pero, con frecuencia, los
lectores estadounidenses rechazan estas inclusiones. Díaz considera que esto se
debe a que en la cultura estadounidense hay una hostilidad básica hacia todo lo
latino, un silencio en torno a los latinos en un país que no puede sobrevivir sin ellos. El lector
americano promedio encuentra cientos de palabras en distintos
idiomas en un texto y nunca se queja ni piensa que haya nada difícil,
inusual, contra literario o problemática al respecto. Y, sin embargo, encuentra un par de frases en español, y de repente esto se vuelve problemático.
Además -
explicó el autor - parte de la esencia
de la vida es ser ininteligible. Del mismo modo, no todo en un libro debe ser
comprensible (…) El español no está ahí para que la gente sienta, ¡oh!
¡Está hablando de mí! Ni está allí para hacer alguna afirmación cultural
enorme... Se supone que un libro contiene todo tipo de opacidades difíciles y
esto debería ser normal. A menudo olvidamos, como lectores, que no comprender
es parte del juego, ya que cuando no entendemos algo, tenemos que acercarnos a
otras personas, pedir ayuda. Un libro se
lee a solas... pero un libro se entiende
en comunidad.
Parte
de lo que me impulsa a escribir y, probablemente, la razón de por qué me toma tanto
tiempo escribir cualquier cosa, tiene que ver con mi interés en escribir lo
que yo llamo “juegos” (...), en el sentido que un juego es algo que hacemos juntos, algo así como un juego colectivo. Parte de lo que me
interesa de la lectura y la escritura
es la idea de que armar un libro es un esfuerzo
conjunto. Mis
lectores tienen que colaborar conmigo
para hacer este libro juntos; yo les doy un guión o la
apertura del juego y ellos juegan
su papel y arman el libro como ellos
quieren.
Para Díaz lo que hace difícil escribir un libro es que, como autor, como escritor, uno está
pidiendo al lector, que el libro tenga la posibilidad
de transformarlo. Cuando un libro realmente
funciona muy bien transforma a
sus lectores. Pero la única manera de que esto suceda es si en el proceso de escribir el libro el autor se transforma
a sí mismo, porque ¿cómo se puede pedir a la gente correr ese riesgo si en el proceso no se somete a esa transformación? Ciertamente en los 16 años que me llevó a escribir
este librito delgadito me sometí
a una, y fue importante no porque a la mayoría de
la gente que lo lea le pueda gustar, sino
porque, de vez en cuando, habrá una persona por ahí que se encuentre este libro en algún momento y
puede ser que, por alguna extraña
razón, cambie su vida. Sin duda cambió la mía ¿saben?
Escuchar a Junot Díaz resultó una experiencia fascinante que me permitió entender un poco más de dónde vienen sus novelas, dejarme arrastrar por esa dualidad en la que él gravita, suspendido entre el mundo latino y el anglosajón, dualidad que tantos de nosotros, inmigrantes, compartimos de una u otra manera. Sencillo, auténtico, con un manejo maravilloso del escenario, como si hablara directamente a cada uno de los presentes. Mientras escribo estas líneas puedo imaginarlo, con su rostro expresivo, sus manos inquietas, frente a sus alumnos, de quienes habló con tanta pasión, en un salón de clases en el MIT. I would do any old shit for my students (haría cualquier mierda por mis alumnos) - expresó en algún momento de su presentación. Y lo dice con tal vehemencia y convicción que uno no puede dejar de creerle.
(Puedes leer la nota completa en el Blg de Letra Urbana, http://www.letraurbanablog.blogspot.com/)